El uso del cloro como desinfectante del agua potable puede tener los días contados, ya que, cada vez más se pone en duda su conveniencia entre las compañías de producción de agua. Los expertos sostienen que este producto y sus derivados no son garantía de calidad del agua de acuerdo a las actuales exigencias, tanto si nos referimos a salubridad (microorganismos, sustancias químicas y riesgos radiológicos) cómo a sabor y olor.
Muchas compañías ya buscan productos alternativos para sustituir el cloro con el objetivo de que las nuevas restricciones medioambientales les coja preparadas.
¿Es el agua desinfectada con cloro la mejor opción para la industria alimentaria?
Aunque a nivel europeo gran parte de las compañías de producción de agua usan el cloro como desinfectante, se está imponiendo el empleo de desinfectantes alternativos.
Según los datos recopilados por La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) sobre la presencia de residuos relativos al cloro en los alimentos y en el agua, se encontró un exceso principalmente a las frutas y verduras (incluyendo las congeladas). Estas superan el nivel máximo permitido de cloratos y percloratos. Los resultados arrojados fueron de 0,05 mg / kg, siendo los límites máximos de residuos (LMR) para todos los alimentos y piensos de (0,01 mg/kg).
En este contexto, la industria alimentaria busca alternativas al cloro que ofrezcan una descontaminación eficaz, a la vez que prevenga la calidad de los productos de IV gama.
Qué problemas presenta el cloro
Cuando el cloro reacciona con la materia orgánica presente en el agua se generan subproductos que pueden causar efectos negativos para la salud humana.
Algunos de estos subproductos son:
Clorato. Los desinfectantes a base de cloro matan virus y otros contaminantes microbiológicos, pero no deben usarse para limpiar equipos de procesamiento de frutas y verduras, ya que puede resultar en clorato por encima de los límites permitidos.
Perclorato. También es un subproducto de la desinfección del agua, aunque se encuentra naturalmente en el suelo y también como resultado de los fertilizantes con nitrato. Las frutas y hortalizas cultivadas en cubierto o en invernaderos son particularmente vulnerables a la contaminación por este químico.
Trihalometanos THM y Ácidos haloacéticos AHA. Representan un riesgo de salud pública ya que son considerados potencialmente cancerígenos para el humano.
El cloro potencia el estado BVNC (Bacterias viables no cultivables)
Se ha demostrado (Bédard et. Al, 2014) que el cloro, una dosis de 2 mg/L, puede provocar que se desencadene el estado BVNC, que se refiere a la capacidad de algunos organismos para desarrollar un estado de supervivencia en condiciones ambientales desfavorables.
“Cuando una bacteria está en estado VNC, se la “supone” incapaz de reproducirse y por tanto de infectar -explica Carmen Antolinos- sin embargo, está viva y tiene actividad metabólica, sólo está esperando el momento apropiado para resucitar”.
Aunque los análisis de detección de patógenos en el agua recurren a los recuentos de microorganismos en placas de cultivo como herramienta para descubrir la contaminación de un sistema de aguas, el problema está en que cuando una célula bacteriana está en estado BVNC, como no se reproduce, no crea cultivos y, por tanto, no se detectan en los análisis de contaminación de las aguas. Por lo tanto, no se manifiestan, pero pueden “resucitar” y volver a ser infecciosa.
Sabor y olor del agua del grifo
El cloro puede suponer también un problema para las cualidades organolépticas del agua que consumimos. Según afirma la Organización Mundial de la Salud (OMS), el umbral gustativo del cloro se sitúa en 0,3 mg/L, es decir, por debajo del valor de referencia si hablamos de efectos nocivos para la salud.
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