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‘Jessica Jones’, la antihéroe que triunfa en la pequeña pantalla

La encumbran como la mejor serie del año. El binomio Netflix-Marvel ha dado como fruto la serie basada en las aventuras de, ¡sorpresa!, una mujer del universo de los héroes. Extraordinario porque la editorial de cómics no ha dado protagonismo a (casi) ninguna de las figuras femeninas que forman su extenso historial de personajes. Ni en película ni en serie. Tan si quiera la Viuda Negra, interpretada por una Scarlett Johansson confinada en un papel secundario, ha podido hacerse con su propio film.

En esta serie las paradojas se suceden. Paradójico resulta que Netflix se olvide por un momento de su siempre mimada House Of Cards para ceder el puesto a Jessica Jones. Paradójico es, también, la elección de la guionista. Melissa Rosenberg escribió Dexter y la saga Crepúsculo. No sería justo juzgarle por el trabajo en la saga adolescente porque Stephenie Meyer, creadora del universo vampírico por excelencia, tampoco se lo puso fácil. Paradójico, por último, que ‘Jessica Jones’ esté en niveles muy superiores al resto de series de superhéroes como ‘Agents of Shield’, ‘Arrow’ o ‘Agent Carter’.

‘Jessica Jones’ podría ser desprovista de historia, de personajes secundarios, de ambientes, de diálogos y aún así seguiría en pie. El origen y el termino, la causa y el efecto. Todo es una Kristen Ritter espléndida en su actuación dando vida propia a estos 13 capítulos que constituyen ‘Jessica Jones’. A si se trata de una serie de superhéroes la respuesta es un rotundo no. Jessica Jones tiene poderes pero eso es lo menos importante en su vida.

La detective se retrata en su modus operandi sacando a la luz los trapos sucios de cualquiera, haciendo gala de unos poderes que dejan bastante que desear (extra de fuerza y “volar” que en la mayoría de caso se trata de saltos) y ahogándose en whisky barato. El descaro y la ironía de Jones están latentes en todas sus intervenciones, en el momento justo se vislumbra la debilidad de ésta, el por qué de su carácter y su intencionada soledad.

El asqueo de Jessica Jones con su alrededor se hace evidente en la presión que ejerce el ambiente sobre ella. Jessica Jones aparece siempre en la pantalla encorsetada entre pared y conocido, entre edificios y calles, entre coches y taxis neoyorkinos. El poco espacio en una ciudad caótica post Vengadores llega hasta nosotros a través del juego de cámaras y espacio que sitúan a la protagonista en un nivel de fragilidad humana contrarrestada con los mamporros que a menudo reparte a diestro y siniestro.

El verdadero perfil de Jessica Jones no es el de una anti heroína, tampoco el de una alcoholizada, ni el de una cínica tan si quiera. Jessica Jones es víctima de violencia de género. El trauma de Jessica Jones proviene de su anterior pareja que la sometía a través de su poder de control mental. La intención de la joven dista mucho de querer salvar el mundo con sus poderes, aunque la cuestión de justicia no se diluye en toda la serie, lo único que pretende es evitar a toda costa a Kilgrave, interpretado por un sobresaliente David Tennant.

La estética de los cómics sólo se percibe en las sombras y oscuridad que inundan escenas porque en cuanto al atuendo Jones dista mucho de cumplir el estereotipo de heroína (ni el ridículo traje original de los cómics). La feminidad no existe, pero sí el toque macarra con vaqueros y chaqueta de cuero que le sirven para todos los capítulos donde sólo cambia de camiseta tras dormir la noche anterior con ella.

Jessica Jones se rodea básicamente de mujeres. Su ex mejor amiga Trish (Rachael Taylor) que toma papel y protagonismo según avanzan los capítulos y la prestigiosa abogada para la que trabaja como freelance a la que no pudimos evitar confundir durante los primeros minutos con Claire Underwood. Aunque cuando hablamos de hombres, Jessica Jones mantiene relaciones reales con ellos, sobre todo con el resistente a todo Luke Cage, donde sus encuentros no se basan en escenas románticas cursis. Así, de sopetón, la serie nos inmiscuye en un mundo feminista, que no femenino, sin hacerlo evidente.

Netflix, y sobre todo Melissa Rosenberg, ha conseguido que en ‘Jessica Jones’ el ser un controlamentes, tener un cuerpo incombustible o poder detener un coche con un brazo sea lo de menos. Jessica Jones demuestra el lado oscuro de la mujer que ha sufrido y no pretende ser lo que la sociedad espera de ella. No, Jessica Jones no es una heroína.

Tatiana Moro