El cambio climático ha pasado de estar en entredicho a ocupar las portadas de los medios con noticias cada vez más preocupantes sobre sus efectos. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) confirma que el quinquenio 2011-2015 es el más cálido del que se tengan registros, y el presente año 2016 parece que desgraciadamente volverá a superar los récords de temperatura de todos los años anteriores. La NASA acaba de confirmar que el pasado mes de febrero fue el más cálido de la historia, superando la marca del mes anterior, enero, que también batió todos los récords. El calentamiento de las capas más superficiales de los océanos está provocando la desestabilización del clima y cada vez es más difícil predecir los efectos de los fenómenos meteorológicos derivados de este calentamiento.
En este marco, en el Día Internacional de los Bosques queremos recordar la importancia de los bosques autóctonos en la lucha contra el cambio climático y contra sus efectos perniciosos en general, y de uno en particular, la sequía, al ser estas masas forestales la principal vía de captación del agua de lluvia y la garantía de que este agua se almacena de forma correcta.
Los países en vías de desarrollo sufren una incesante pérdida de superficie forestal, provocada en gran medida por la necesidad de satisfacer la demanda de recursos de los países industrializados. Los efectos de este retroceso, además de agravar la situación de estos países, repercuten a su vez en el clima mundial: estas masas forestales son los principales sumideros de los gases de efecto invernadero. En estos países está comenzando un proceso que ya vivimos en Occidente, con consecuencias devastadoras para el medio ambiente: la sustitución de las masas forestales autóctonas por monocultivos forestales de especies de crecimiento rápido.
En muchos de estos países se están promocionando de forma deliberada estos cultivos forestales como solución medioambiental, entre otras como sumideros de CO2, aunque todo apunta a que esta promoción de los cultivos forestales tengan un trasfondo económico y detrás haya presiones de empresas vinculadas al sector maderero entre otros.
En muchos países desarrollados conocemos de primera mano las consecuencias de la sustitución del bosque autóctono por monocultivos de especies madereras de crecimiento rápido, como el pino insigne, el eucalipto o el chopo. En España se hizo además en detrimento de hábitats antaño menospreciados como el matorral mediterráneo o «garriga», incluida en la actualidad entre los 25 «puntos calientes de biodiversidad» mundiales (biodiversity hotspots). El aumento de la superficie forestal de Europa en general y de España en particular en las últimas décadas no ha revertido en una mejora de su situación medioambiental, debido a que este aumento se debía a la plantación de extensas áreas en su día ocupadas por bosques autóctonos por estas especies de crecimiento rápido, que lejos de tener los efectos beneficiosos de un bosque natural, en muchos casos agravan la situación medioambiental de los lugares donde se instalan. Estas masas forestales albergan en general mucha menos biodiversidad que las autóctonas, apenas retienen humedad y en muchas ocasiones degradan el suelo en vez de enriquecerlo. Además, suelen arder con mucha más facilidad. No pueden tener nunca la consideración de bosques naturales, como lo prueba el hecho de que el abandono de su gestión por parte de los propietarios los convierte en polvorines donde se inician la mayoría de los incendios que asolan nuestro país.
A todos estos inconvenientes se suma el hecho de que estas masas forestales apenas contribuyen a paliar los efectos del cambio climático, como afirma el último estudio publicado por la revista Science, que concluye que la sustitución de las frondosas autóctonas por coníferas en el continente europeo desde aproximadamente el año 1850 hasta nuestros días es una de las causas del aumento de las temperaturas. Alertan además los autores de este estudio al resto del mundo del grave error que supondría querer paliar los efectos del cambio climático con cultivos forestales: no debemos poner nuestra esperanza en la forestación para mitigar los que es un problema de emisión.