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Chalecos salvavidas para denunciar las muertes silenciadas en el mar de Alborán

Ecologistas en Acción, a través de su campaña El Velero Diosa Maat en Acción, junto con Prodein Melilla, ha realizado una acción en el mar de Alborán para poner de relieve el enorme drama que viven millones de personas que cada año se ven obligadas a migrar en busca de mejores condiciones de vida, a causa de la agudización de los procesos climáticos y meteorológicos.

Una decena de activistas han arrojado al mar chalecos salvavidas para poner de relieve que no existe el reconocimiento jurídico internacional de ‘refugiado climático’ que ampare a las poblaciones más vulnerables del planeta. Mientras estas personas perecen en sus países o en las fronteras, los países industrializados, más responsables en la generación de cambio climático y sus consecuencias, miran para otro lado.

Según datos de ACNUR, en 2015 se produjeron 62.000 desplazamientos al día en todo el mundo. Y se prevé que en 2050 se vean forzadas a migrar en torno a 200 millones de personas de los lugares más afectados por los procesos climáticos y meteorológicos fruto del cambio climático (África, América Latina y el Caribe, y Asia). Mientras tanto, la UE y EE UU externalizan las fronteras, o lo que es lo mismo, pagan a países colindantes para que contengan la entrada de personas migrantes, a menudo de forma desordenada y violenta, como es el caso de Marruecos o Turquía.

También para el 2050 se espera que la proporción del suelo árido pase del actual 1% al 30%, y que los patrones de precipitaciones cambien radicalmente para manifestarse en forma de diluvios que arrastren la capa superior de la tierra cultivable. La temperatura a final de este siglo podría aumentar, en el peor de los escenarios, por encima de los 4ºC.

“Hay que concienciarse de que vienen tiempos de escasez” afirma Samuel Martín-Sosa, portavoz de Ecologistas en Acción. «Tenemos que llevar a cabo un cambio de paradigma como sociedad, en nuestra forma de vivir y estar en el planeta. A través de la construcción de alianzas, la ciudadanía tiene que tomar la iniciativa para fomentar este cambio sin olvidar que somos seres dependientes de los ciclos de la naturaleza».

La subida del nivel del mar, la salinización y desertización de los suelos, la creciente escasez de agua así como las inundaciones y las tormentas son efectos directos del cambio climático que ya se están produciendo. Según Martín-Sosa, “hay umbrales de no retorno que una vez traspasados fuerzan a la migración. Las razones de las presonas migrantes para abandonar sus casas son a menudo múltiples. El deterioro del entorno imposibilita encontrar un medio de vida, aumenta la competencia por el agua y el alimento, y a menudo esto deriva en conflictos sociales y en ultimo término en enfrentamientos bélicos».

El portavoz de Ecologistas en Acción ve en Siria un claro ejemplo. «Podemos buscar raíces ambientales también en la crisis de refugiados sirios. Estas personas huyen de la guerra, pero en los años previos al conflicto, concretamente entre 2006 y 2011, el 60% del territorio sirio sufrió una de las mayores sequías que han azotado la región desde el inicio de la agricultura. Miles de habitantes se mudaron de las zonas rurales a las zonas urbanas con gran conflictividad social».

La Convención de Ginebra de 1951 solo habla de ‘refugiado político’ y no recoge la acepción de ‘refugiado climático’ porque en los años 50 los efectos de los gases y combustibles fósiles sobre la Tierra no formaban parte de la agenda internacional. En la actualidad, legalmente se denomina ‘migrante climático’ aquel que por razones meteorológicas abandona su lugar de origen. Sin embargo, la acepción de ‘refugiado’ se relega únicamente a los casos de personas perseguidas y forzadas a marchar por razones políticas y bélicas. «Como si la falta de alimento o de agua no fueran razones suficientes para justificar la necesidad de refugio», puntualiza el portavoz de Ecologistas en Acción.

Martín-Sosa responsabiliza de esta situación al modelo de desarrollo económico basado “en el saqueo y subordinación de otros países convertidos en minas de extracción de recursos y vertederos de residuos y emisiones de CO2”, además del uso desmesurado de combustibles fósiles fruto del estilo de vida consumista que agota y esclaviza recursos humanos. “Tenemos gran parte de responsabilidad en el calentamiento global. Por ejemplo, en la deforestación de las selvas en América Latina para el consumo de carne o en el uso de minerales de las minas de Coltán para la fabricación de dispositivos electrónicos hemos externalizado los impactos a esos países y ahora miramos para otro lado”.

José Palazón, presidente de la ONG melillense Pro Derechos de la Infancia (Prodein), coincide con el punto de vista ecologista. “Nuestro sistema es el mayor culpable; su interés es llevarse todo lo que se pueda” afirma al referirse al Sahel, y más concretamente, a Burkina Faso. «El país, cuarto productor de oro en África, tiene una población extremamente empobrecida. África es una de las zonas más expoliadas del planeta” asegura Palazón, quien también apunta a otras consecuencias de las actividades extractivas de mineral como la contaminación de ríos y acuíferos con cianuro para lavar el oro en Burkina Faso.

Desde el punto caliente que representan las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla como únicas fronteras terrestres de la Unión Europea con África, y el mar de Alborán como frontera marítima, la organización ecologista junto a Prodein Melilla reclama que «hay que dignificar la frontera: eso es un muro de la vergüenza, en el que no se cumple ninguna ley, que degrada y humilla a las personas”.