La corporación considera que se debe tratar la resistencia a los antimicrobianos como una emergencia, porque ya lo es. Advierte que la resistencia a los antibióticos no puede pillarnos por sorpresa, como quizá lo hizo la pandemia por SARS CoV-2, pues sería una irresponsabilidad colectiva.
Las consecuencias que acarrea la resistencia múltiple de muchas bacterias a los antibióticos ya son patentes. En Europa, alrededor de 33.000 personas mueren cada año por infecciones producidas por bacterianas multirresistentes. De ellas, unas 3.000 fallecen en España. El Commálaga advierte de que no puede mirar hacia otro lado ya que estamos ante un problema emergente que pueden comprometer gravemente intervenciones quirúrgicas complejas, programas de trasplantes y a los pacientes que requieren cuidados intensivos o quimioterapia.
Según recuerda el vicepresidente segundo del Colegio de Médicos, Dr. José Antonio Trujillo: “Es nuestro deber no solo recordar en el ámbito de nuestra competencia las recomendaciones que transmite cada año el Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC) y el Ministerio de Sanidad, sino también reflexionar en alto respecto a las necesidades que el correcto cumplimiento de estas recomendaciones conlleva”.
En palabras del asesor del Área de Enfermedades Infecciosas del Colegio, Dr. Juan de Dios Colmenero: “Existen innumerables evidencias de que el mal uso de los antimicrobianos, ya sea por automedicación, indicaciones incorrectas, dosis o duración inadecuada de los tratamientos, entre otros, contribuyen de forma clara a la emergencia de resistencias; fenómeno que además puede transferirse de unos microorganismos a otros”.
Los microorganismos que producen las infecciones son seres vivos. Por tanto, no es extraño que, cuando tratamos de combatirlos con antimicrobianos, se defiendan generando mecanismos de resistencia para evadir sus efectos. Esta lucha por la supervivencia no sólo ocurre dentro las personas que padecen una infección sino que trasciende al medio ambiente, ya que muchos antimicrobianos siguen siendo activos en el medio ambiente incluso tras ser eliminados del cuerpo.
Programa PIRASOA
La comunidad autónoma de Andalucía creó en 2013 el Programa integral de prevención y control de las infecciones relacionadas con la asistencia sanitaria y uso apropiado de los antimicrobianos (PIRASOA), cuyo amplio despliegue y resultados favorables ya son tangibles. El Ministerio de Sanidad elevó a nivel nacional esta iniciativa y creó recientemente el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN). En cualquier caso, España se sitúa por debajo de la media de los países de la Unión Europea en el ranking de países que usan adecuadamente los antibióticos y combaten activamente la emergencia de la multirresistencia.
Uso de antibióticos durante el confinamiento
Entre marzo y junio de 2020 se disparó el consumo de algunos antibióticos tanto en el conjunto de España como en Andalucía. No obstante, la mayoría de los equipos de los hospitales y distritos sanitarios andaluces han sido capaces de controlar esta desviación de una forma rápida y eficiente gracias a la aplicación de los protocolos de manejo clínico establecidos.
Según el Colegio de Médicos, los profesionales sanitarios conocen los problemas que representan el mal uso de los antibióticos y la resistencia a los antimicrobianos y tienen claro que el camino para solucionarlo pasa por la formación continua y la buena práctica clínica, actividades ambas que requieren tiempo y recursos.
Tanto el PIRASOA andaluz como el PRAN en el ámbito estatal establecen de una forma muy clara que para evitar el uso inadecuado de los antimicrobianos y luchar de una forma eficaz contra las resistencias no basta con la concienciación. Es necesario diagnosticar correctamente las infecciones, establecer su tratamiento en base a las características del cuadro clínico, las peculiaridades del paciente y los resultados microbiológicos. Es obligado además vigilar el cumplimiento terapéutico y vigilar la evolución, especialmente en las infecciones trasmisibles.
Esto no es posible sin normalizar la asistencia a la ciudadanía y dotarla de los profesionales, medios y estructuras necesarias para cumplir sus responsabilidades de acuerdo con la evidencia científica y las expectativas de los ciudadanos. La experiencia ya ha demostrado demasiadas veces que poner en marcha de forma voluntarista programas de salud ambiciosos sin una dotación presupuestaria adecuada no conduce al éxito y puede generar frustración en los profesionales.