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El Teatro Echegaray acoge doce sesiones del ritual de No temáis, yo vencí al mundo

El Teatro Echegaray acoge desde el próximo martes 8 de diciembre las doce sesiones del ritual de  No temáis, yo vencí al mundo, una invocación escénica de las últimas horas de vida de Carrero Blanco escrita y dirigida por Sergio Martínez Vila. Las bailarinas Lula Amir y Tamara Osorio son las oficiantes de esta incursión danzada y narrada en los sueños y las inquietudes del almirante que fue el hombre fuerte de Franco hasta su muerte en atentado el 20 de diciembre de 1973. Una txalaparta, los bancos de la iglesia donde el almirante interpelaba al hijo de Dios en la misa anterior a su asesinato, algunas prendas fetiche de su entorno y un atrezo lleno de simbolismo crean el ambiente mágico que ha concebido el autor y director para dar vida en Factoría Echegaray a su texto. No temáis, yo vencí al mundo estará en escena en horario adaptado a la normativa hasta el sábado 19 de diciembre, con entrada por invitación hasta agotar el aforo (aún hay entradas disponibles para la mayoría de las funciones).

El texto de No temáis, yo vencí al mundo fue galardonado con el Premio Max Aub de Teatro en Castellano de la Ciutat de Valéncia 2018, pero en escena cobra nueva vida en un montaje lleno de originalidad, en el que las dos bailarinas-actrices concelebran un ritual concebido como una catarsis, una ceremonia para cortar “el lazo con un pasado oscuro y omnipresente”, “para rescatar un gozo que a nuestros antepasados les fue negado”. En el soliloquio de Carrero Blanco durante la misa en San Francisco de Borja la mañana del 20 de diciembre de 1973 se entrecruzan el parte médico, los remordimientos, las justificaciones, las alusiones a “Su Excelencia”, a Arias Navarro, a las matanzas de Castilleja del Campo, Fuentes de Andalucía, Badajoz, la cárcel de Ventas o la carretera de Almería. Los sueños del jefe de Gobierno. Sus deseos de dejarlo todo atado y bien atado. Sus dudas. Su culpa. 

 

La obra, tercera de la temporada de Factoría Echegaray, se desarrolla en un espacio escénico firmado por Ocaña, con la música y el espacio sonoro de Pablo Trujillo y bajo la iluminación de Miguel Ángel Ramos (Arco Visuales). Martínez Vila ha tenido el apoyo de Pablo Fortes en la asistencia de dirección y, como es habitual en Factoría Echegaray, de Stroke114 en la producción ejecutiva y del equipo técnico de la productora municipal.

 

No temáis, yo vencí al mundo se pone en escena entre el martes 8 y el sábado de diciembre en el Teatro Echegaray en horario adaptado a las restricciones adoptadas por la Junta de Andalucía para contener la pandemia: a las 16.00 horas de martes a viernes y en doble pase a las 12.00 y las 16.00 horas los sábados 12 y 19. Las doce sesiones forman parte de la programación que celebra el 150 aniversario del Teatro Cervantes y son gratuitas por invitación (2 por persona, disponibles en Internet y taquillas).

 

Sinopsis

El almirante Luis Carrero Blanco lleva varias noches sin dormir bien. Tiene sueños agitados en los que una mujer le muestra lugares de su pasado y situaciones grotescas de un hipotético futuro. Seguro de que hay un complot urdido en su contra, acude a misa para hablar con el hijo de Dios, de tú a tú, y pedirle explicaciones. Al fin y al cabo, un presidente del Gobierno tiene que poder descansar.
Es la mañana del 20 de diciembre de 1973. Y huele a quemado.

No temáis, yo vencí al mundo según su autor y director

“Hacemos un ritual no para propiciar un cambio, sino para ‘ser’ el cambio. Por eso nuestra invocación escénica del almirante Carrero Blanco parte de nuestras identidades y de nuestros cuerpos. Creemos que solo habitando nuestra propia sombra podemos lidiar con la de fuera, que solo asumiendo nuestra propia vulnerabilidad podemos amar al que nos odia. Y si lo consiguiéramos, si pudiésemos amar esa herida abierta de signo patriarcal, tal vez así cortaríamos el lazo con un pasado oscuro y omnipresente. Hacemos un ritual para intentarlo. Para rescatar un gozo que a nuestros antepasados les fue negado. Y sabiéndonos, ante todo, y como diría Nicanor Parra, “un embutido de ángel y bestia””.