Casi el 30 por ciento de la población española que padece una enfermedad crónica tiene una depresión diagnosticada. Una cifra que, según las investigadoras de la Universidad de Málaga Rosa Esteve y Carmen Ramírez, “alarma” y requiere trabajo y esfuerzos desde todos los ámbitos y disciplinas.
Las expertas, junto con las profesoras Alicia Eva López, Gema Teresa Ruiz y Elena Rocío Serrano, llevan más de dos décadas trabajando directamente con pacientes para, a partir de la psicología, enseñarles cómo manejar el dolor, cómo hacerle frente y cómo aprender a controlarlo, para que este no domine sus vidas.
“El problema no es tanto el dolor, sino el control que ejerces sobre él”, afirma Esteve, quien, en este sentido, señala el componente sensorial, social y cultural del mismo.
“No somos iguales ante el dolor. Cuando las personas lo afrontan, lo hacen con un bagaje de experiencias previas y con sus características de personalidad propias, en las que han cristalizado sus aprendizajes y predisposiciones”, asegura.
Igualmente, destacan la experiencia emocional del dolor y, por tanto, el papel fundamental de la psicología para conseguir una mejor adaptación.
Para llegar a una situación de equilibrio, proponen que los pacientes, tras una primera fase de aceptación, cambien el foco hacia todo aquello que no es dolor crónico y regulen sus metas vitales hacia otros objetivos. Así, presentan el optimismo y la resiliencia ante la adversidad como características en la personalidad de los afectados que determinan directamente su resistencia.
¿Por qué los optimistas son más felices, a pesar del dolor?
Las investigadoras de la UMA han desarrollado varios estudios con pacientes que indican que, en general, el optimismo se asocia con una mejor adaptación al dolor.
“Las personas optimistas valoran el dolor como un desafío, como un reto que implica dificultades y esfuerzo y utilizan estrategias activas para enfrentarse a él, es decir, toman las riendas”, explica Carmen Ramírez. “Se puede ser feliz con dolor y a través de la terapia psicológica se puede enseñar a actuar como una persona optimista”, concluye.
El sentido del humor y la plenitud son otras características que intervienen de forma positiva en la experiencia del dolor. En cambio, otras particularidades como la sensibilidad a la ansiedad o la hipervigilancia corporal se asocian más a la vulnerabilidad, pero, igualmente, se pueden trabajar y superar desde la psicología.
Ahora que ya están aquí las esperadas fiestas navideñas y comienza la cuenta atrás para el nuevo año, que el reto para este 2018 sea plantarle cara al dolor y aceptarlo. Porque, a pesar de todo, con trabajo y ganas, sí se puede ser feliz. Y es que como asegura este grupo de investigación de la UMA “el dolor no es justificación para no hacer”.